LA FUNDACIÓN PEQUEÑO DESEO SORPRENDE A AMAIA
Amaia convive desde su nacimiento con dos enfermedades raras: Artrogriposis Múltiple Congénita y Distonía de Torsión. Tras unos meses muy duros por el tratamiento que precisa para tratar la severa escoliosis que padece, esta pequeña de seis años ha podido cumplir su gran sueño: conocer a Minnie Mouse. El equipo de la Fundación Pequeño Deseo ha sido el artífice de esta bonita iniciativa.
Para los niños con una enfermedad crónica como Amaia, cumplir un deseo es mucho más que una bonita experiencia. Alcanzar un sueño tiene unos enormes efectos en su bienestar y en su manera de afrontar la enfermedad por las emociones positivas que la sorpresa les genera. Efectos que incluso perduran hasta nueve meses, según se desprende del Primer Estudio sobre el Efecto de las Emociones Positivas tras el cumplimiento de un deseo, realizado por el Colegio de Psicólogos, la Fundación Lafourcade Ponce y la Universidad Complutense de Madrid. Por ello, explican desde la Fundación Pequeño Deseo, en esta organización trabajan “día a día para que la ilusión y la alegría formen parte del tratamiento”.
Cualquier niño cuyo médico certifique que tiene una enfermedad crónica puede acudir a la Fundación para solicitar un deseo. Tal y como explican en su web, a la Fundación le llegan estas peticiones a través del centro médico o del entorno familiar del niño. Es más, es el equipo médico el que tiene la última palabra a la hora de decidir la conveniencia del deseo (eso sí, la Fundación se reserva el derecho de evaluar los deseos elegidos por el niño en función de su edad y condiciones físicas y anímicas).
Los padres están involucrados en todo el proceso. El equipo de la Fundación habla con ellos en persona y se les explica cómo se va a materializar el deseo. De hecho, como cuentan sus responsables, “los padres y el equipo médico pasan a ser nuestros cómplices, nos ayudan a que el niño pueda soñar, conocer su deseo y a prepararlo. Además, en la medida de lo posible, intentamos que el deseo sea sorpresa hasta el momento de su realización, pues el efecto positivo es mayor”.
Así se cumplió el deseo de Amaia
Desde que nació, Amaia es atendida en el Hospital Universitario de Cruces en Bizkaia y en el Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona, donde es paciente del equipo de Traumatología (además de otras especialidades médicas). El Dr. Peiró fue el artífice de esta maravillosa sorpresa.
Amaia está pasando por un complejo tratamiento de su severa escoliosis. Estuvo seis meses portando un halo craneal sujeto al cráneo por ocho pines (tornillos) del que, mediante un sistema de poleas, le colgaba una pesa de 7 kgs. Aunque parezca una tortura medieval, es muy efectivo en la corrección de la curvatura de la columna y ella nunca perdió la sonrisa que le caracteriza.
En febrero de este año, le retiraron el halo en quirófano y, bajo anestesia general, colocaron un corsé fijo que llevaría durante otros cuatro meses. Finalmente han sido cinco, pues todo se ha retrasado con la crisis sanitaria de la covid-19. El tratamiento va bien, como se esperaba, y continuaremos así, muchos años, acompañando a Amaia en su crecimiento hasta que se le puedan poner unas barras de crecimiento y posteriormente una fijación de la columna.
Estando en el hospital en febrero, las cosas se nos torcieron un poco a nivel respiratorio. Aunque lo previsto era un ingreso de apenas unos días, finalmente se convirtieron en diez. Fueron unos días realmente muy complicados, en los que lejos de ver a la niña remontar, cada día empeoraba un poco más y sus parámetros daban unas curvas que a los neumólogos no les gustaban nada.
Muchas reuniones, muchos especialistas, una clara decisión y determinación por parte del equipo médico de que estábamos haciendo lo adecuado y debíamos ajustar el corsé al máximo para su comodidad y, sobre todo, para que remontase a nivel respiratorio. Nosotros, como familia, tenemos una gran confianza en el equipo que con tanto cariño y profesionalidad atiende a Amaia, así que con el paso de los días pudimos comprobar cómo ella se iba recuperando y volvía a sonreír.
Fue estando tan malita en el hospital cuando el Dr. Peiró habló con Marta, del equipo de la Fundación Pequeño Deseo, para que viniera a planta a conocer a Amaia. Cuando entró en la habitación, ella estaba jugando en la cama con muñecos, coches, puzles, libros y alguna muñeca que cantaba al son de Let it go! Sin embargo, cuando Marta le preguntó cuál era el que más le gustaba, aunque no lo tenía delante en ese momento, Amaia lo tuvo claro y dijo: “¡Minnie!”. Todos reímos ante la espontaneidad y alegría de la niña.
Marta lo tuvo también claro desde el primer momento: haría que Amaia cumpliera su deseo y conociera a Minnie. Nos ofreció llevar a cabo el deseo donde y cuando quisiéramos y, aprovechando que la Fundación tiene una Delegación en Bilbao, pensamos que lo mejor sería fijar la fecha para el deseo un mes más tarde, por su cumpleaños.
Como todos sabemos, en marzo, la vida se paralizó por este dichoso virus con el que aún convivimos. Así que tras el confinamiento, después de pasar por todas las fases, levantar el estado de alarma y esperar un tiempo prudencial en el que estimamos conveniente que vinieran varias personas a casa, el 8 de julio se cumplió el deseo de Amaia.
Elsa, de la Delegación de Bilbao, estuvo en contacto conmigo todos estos meses. Se encargó del más mínimo de los detalles. He de destacar que tanto ella como el equipo de animación y el fotógrafo profesional que vino a inmortalizar el momento lo hicieron todo con un gusto y un detalle maravillosos.
Amaia saludó a Elsa, cogió su varita, la agitó fuerte y gritó: ¡Minnie! Y, de repente, tocó el timbre una recién llegada desde Disneyland París: ¡ni más ni menos que Minnie Mousse estaba en casa! Amaia se quedó mirándola con unos ojos más grandes que las orejas de la Minnie que estaba viendo, se avergonzaba, se alegraba, la miraba y la volvía a mirar… ¡Impresionante! ¡Qué felicidad! Cantamos, bailamos, reímos y jugamos con Minnie, la llevó a su habitación, le enseñó todos sus juguetes de Minnie… habló con ella, le tocó la nariz, las orejas, el lazo, los ojos… la estaba examinando como si además de querer grabarlo en su retina quisiera hacerlo con sus manos.
Amaia brillaba tanto como la varita que le concedió el deseo. ¡Mil millones de gracias! En su nombre y el de su familia, estamos absolutamente emocionados y agradecidos al Dr. Peiró de Traumatología del Hospital Sant Joan de Déu y a la Fundación Pequeño Deseo.
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